“On Doomsday!
Ever since the womb ‘til I’m back where my brother went,
that’s what my tomb will say”

MF DOOM hizo del misterio, la fantasía y lo lúdico un imperio de poesía. Lo hizo en vida, lo hizo las muchas veces que tuvo que empezar de cero, lo hizo desde los márgenes sin elección y desde los márgenes con elección, y lo hizo con su muerte.
El 31 de diciembre nos enteramos de su fallecimiento bajo el pulso de Halloween, la fiesta en la que nos cansamos de ver en redes sociales a los que se disfrazan calzándose una máscara evocando al vengador más potente del hip hop. Pero, lejos de las variaciones súper capitalistas y vaciadoras de sentido que la festividad fue sufriendo con el correr del tiempo, antes de la llegada de los españoles, la cultura mesoamericana comenzaba a encender las velas y honrar los altares, en lo que sería nuestro 31 de octubre, para recibir a los niños muertos. Lejos de las máscaras como disfraz y las selfies en Instagram, en las profundidades de esta tierra todavía se palpita esa ritualidad, se oxigena así la vida, se festeja la huella porque esa huella no marca la existencia, marca la eternidad, es decir, todo lo indecible de la existencia a través del impacto que dejó en otros. La tradición busca —entre oraciones, danzas, flores, un festival de sabores, y más— guiar a esos espíritus a un lugar mejor, acompañarlos en su traspaso. En un año donde los fallecimientos y duelos convivieron con desgarradoras soledades y un cúmulo alterno de inminencias, no es consuelo menor saber que así de profundo fue acompañado el espíritu del hombre que, con una madurez y lucidez abrumadoras, alimentó y estimuló generosamente a los niños del mundo. Hoy, muchos de ellos, jóvenes y adultos protagonistas en lo suyo e indiscutiblemente móviles para contarle al futuro lo que han visto y escuchado.
Pero, no menos importantes son los anónimos, los que DOOM toca y no conocemos, los que sin ver grandes cambios en su vida encuentran algo de paz cuando le dan play, los que construyen recuerdos a través de esos plays, los que encuentran motivos —a través de esa obra y las vinculaciones que se desprenden desde ahí— para tener algo por lo que valga la pena seguir. Lo sepan o no, hay una resistencia en que se mantengan con los sentidos pulsando a todo volumen cuando se los pretende arrodillados y automatizados. Hay una victoria ahí. La cadena de inspiración es imposible de controlar y DOOM lo sabía, “no creo que sea una historia de tristeza en absoluto”, decía cuando se le recordaba aquella nota mítica en Wire bajo el título “The Mask of Sorrow”, que se volvería de culto gracias a una interpretación que se le adjudicó: “la historia de hip hop más triste de todos los tiempos”. Sin embargo, no le interesaba esa lectura, a la que nunca dio lugar, “es una historia de éxito, realmente. Es sobre venir de abajo y ser elevado a los niveles más altos que se puedan imaginar”.

Fanático de Marvin Gaye, identificado con la oscuridad de Marvin Gaye, su comprensión de éxito es una composición de humanidad, es el éxito no solo de ganarle a la falta, sino de revertir el dolor. Una y otra vez. Por eso, su vida y muerte están atravesadas por signos que nos sacan de la lógica de este mundo, porque a lo desconocido, en este mundo, siempre se le busca una explicación, cuando no un fundamento, una ética de la mediocridad. Frente a eso, él creó y su creación sobrevuela generaciones por fuera de toda jerarquía. “Sí, me tocó ser parte de una edad memorable del hip hop pero no hay, para mí, una dimensión temporal. Tengo una medida de presente que se expande. Me siento compañero de todos, estoy cómodo con los Chuck D y con los Danny Brown”, decía alrededor del 2010, cuando tuvo que regresar a su Inglaterra natal luego de un altercado en el aeropuerto de Estados Unidos, donde había vivido prácticamente toda su vida.
Capricorniano del 71, bautizado Daniel, Londres quedó atrás siendo apenas un bebé, cuando sus padres, originarios de lo que era Rodesia, actual Zimbabue, y Trinidad, emigraron a Estados Unidos poco después de agrandar la familia. Los Dumile se instalaron en Long Island. Para finales de los 80, irrumpió en la escena creciente del hip hop con KMD, un proyecto irreverente que compartía junto a su hermano, DJ Subroc, anidando mucho más que rimas con Native Tongues. Todavía el breakdance no había quedado del todo atrás, la mayoría de estos jovencitos, de hecho, eran b-boys o lo habían intentado, los exitosos lo sumarían a sus performances y los que no lo habían logrado se reirían de eso. Eran los tiempos de una poética que se atrevía al humor y al ingenio, eran tiempos de tomar audacia, todo estaba aún por suceder. Y, también, eran los tiempos en los que no había duda: el hip hop es una ejercicio político, cultural y social. Un ejercicio que puede suceder de miles de maneras. KMD se plegó a la manera que tomaba la ironía como caballito de batalla y se dedicó a sumar saliva aniquiladora a la hora de rimar sobre racismo. Mr. Hood fue su debut, un éxito de 1991 que no se pudo repetir, pues también eran los tiempos de la censura, con las discográficas sin demasiada fe ni paciencia frente a los movimientos que el hip hop proponía. Para más, KMD siempre estuvo al borde por diferentes motivos. Dos años después, para el segundo álbum, una oda espesa al nacionalismo negro, tuvieron problemas con el nombre que eligieron y la tapa: Black Bastards mostraba a Sambo todo golpeado, linchado, colgado del cuello. Elektra Records se negó a publicarlo, rompió contrato y pagó una recompensa de veinticinco mil dólares. Pero ya no tenía sentido, DJ Subroc había sido atropellado y falleció. Quedaron perdidas las intervenciones maestras de Pharoah Sanders y Zev Love X, tal como Daniel se hacía llamar por ese entonces, desapareció, no volvimos a saber de él.

Octavia Butler siempre contaba con gracia, como para salir del hartazgo que la situación le generaba, que gran parte de su tiempo de escritora fue explicar para qué le sirve la ciencia ficción a los negros. Muchas veces esa pregunta se la hacían personas negras, ahí el hartazgo tomaba la forma de un enojo más que potente. “¿De qué les sirve cualquier forma de literatura a las personas negras? ¿De qué sirve la reflexión sobre el presente, el futuro y el pasado que ofrece la ciencia ficción? ¿De qué sirve su tendencia a advertir de peligros o a considerar formas alternativas de pensar y hacer? ¿De qué sirve su análisis de los posibles efectos de la ciencia y la tecnología, o de la organización social y la dirección política? Los mejores ejemplos de ciencia ficción estimulan la imaginación y la creatividad. Saca a lectores y escritores del camino trillado, de la estrecha senda de lo que «todo el mundo» dice, hace, piensa, sea quien resulte ser «todo el mundo» ese año. ¿Y de qué les sirve todo esto a las personas negras?”, responde, finalmente, en su artículo “Obsesión positiva”, tal vez el único autobiográfico, “no me arrepiento de hacerlo, pero no disfruté haciéndolo”, confiesa en el epílogo que incluye la edición de Hija de sangre y otros relatos (Ed. Consonni). Comprendiendo lo retórico de este ejercicio, la pregunta final se puede responder con cada una de las piezas, rimas, bases, con cada definición que compone Operation: Doomsday (1999) y el renacimiento de Daniel Dumile bajo la única forma posible de seguir disfrutando: tomar nuevos caminos de comprensión y salirse de sí. Así, MF DOOM y su máscara brillante nacen derribando las sombras impuestas para levantar las propias y envolverse en una épica revanchista como gesto de vitalidad.
El regreso tuvo la fuerza de lo volcánico, de aquello que se eleva desde una profundidad lejana a toda noción física. Desde “The Time We Faced Doom” a “Hero Vs. Villain” lo vemos renacer como si estuviéramos en la sala de parto presenciando esa puja. Pero la criatura, humanamente insoportable en su ambigüedad heroica y villana, en vez de nacer hacia afuera, nace hacia un adentro que no tiene fondo, y este proceso ya no se detendrá nunca. Porque la realidad es demasiado fatal para las personas que no le tienen miedo a la sensibilidad, con una capacidad lectora que construye una inteligencia casi premonitoria y una lucidez que suelen dejar aflorar con elegancia. “En lugar de pensar en las cosas como felices o tristes, las veo como eventos y experiencias”, declararía años después, para confirmarse amo de una visión que lo sacaba de la media a la hora de narrar y que le permitió burlar toda norma.
Para ese momento el hip hop de superhéroes y villanos ya estaba instalado. Wu Tang Clan lo había consagrado, pero aún con la oscuridad de los de Shaolin, aún con la narrativa desgarradora de los de Shaolin, esto era otra cosa. Y no es este un punto de comparación ni competencia. Es una referencia que expande, que amplifica un momento maestro. De hecho, DOOM uniría fuerzas con Ghostface Killah y Raekwon en Born Like This (2009), un disco inspirado en Charles Bukowski, que también conmueve por la participación de J Dilla y nos trae el reencuentro con Madlib, con quien logró una de sus mejores asociaciones y su pico más alto. Quizás, por eso, entre dos tipos que se sienten más cómodos alejados del centro, todo quedó en un disco más allá de otras colaboraciones aisladas.

Madvillainy es el disco en cuestión. Si hacemos silencio, todavía hoy, diecisiete años después de su lanzamiento, podemos escuchar a Sun Ra gozar. Imprevisibles, corriendo sobre la vorágine de sonidos como astros salvajes de los inframundos, como astros salvajes que escapan de todo lo conocido hasta ese momento, provocan, así, la ópera menos pensada. Demasiado arte para este mundo, demasiada cornisa creativa. Una belleza sin igual que se dan el lujo de tener los altares del hip hop. Ese mismo año, sobre el final, lanzó MM..Food. También con algunas intervenciones en producción de Madlib, este álbum es para abrir una cátedra: cómo ser jodidamente funky y dark, ser jodidamente gracioso y demoledor, ser jodidamente un rapero genial apenas murmurando, conflictuando todas las métricas habituales.
Por supuesto que hay mucho más. Hay más obras a sola firma y un historial hermoso de colaboraciones, un historial que hoy se convierte en tesoro. Su pulsión puesta en la hermandad, en la obra, en la cultura hip hop, con la que fue vorazmente crítico, pero desde el lugar que, como dice Žižek, solo el enamorado puede ser: es porque siento todo este amor, es porque tenemos toda esta intimidad, que puedo decirte todo lo que te digo y de la forma en la que me sale decirlo. Entonces, por sobre el ansia buitre de figurar, su andar medido fue enriqueciendo distintas corrientes y momentos de la cultura con artistas de todas las edades. Su ausencia se sentirá in crescendo, será una ausencia con peso, no hay entramado místico para detener eso.
Pero sí es bueno saber que DOOM se fue siendo DOOM. La mujer que lo ama respetó hasta el final su narrativa, su manera de hacer, de decir y su ritmo temporal. Enterarnos dos meses exactos después de su partida es solo un destello más de su espíritu. En definitiva, una sorpresa horrible hubiera sido que se muera un día ordinario, imaginemos un martes súper soleado digno de pintura pop art, con mensajes motivacionales y con algún periodista filtrando la noticia en su red social más hitera, entre tonos jocosos, chapeando sobre la estúpida cultura de la primicia cuando todavía los íntimos no terminaron de recibir la noticia. Incluso, aunque la hubieran ya recibido. Por suerte, a veces el bien triunfa y la poesía del destino toma forma de justicia para devolver con gratitud la honra del que la convidó. Pero, también, y no por suerte, sino por definición, hay una manera de habitar este mundo con otras reglas, aunque nos quieran convencer de que todos lo hacemos de la misma forma, bajo las mismas reglas mediocres y destructivas de la oferta y la demanda, bajo las mismas reglas del narcisismo. Estas partidas también sirven para recordar que no todos alimentamos las estructuras, que no todos damos de comer a los llenos de gula. No significa «somos buenos», porque no hay cosa política, cosa cultural o cosa social que se trate de buenos vs. malos, cuánto más fácil sería. Significa honrar la prepotencia del no, la potencia del elegir qué hacer con esa conflictividad que implica ser cuerpo y deseo. Toda expresión es un conflicto, el entendimiento es, en realidad, una negociación. En esa negociación, la cultura del NO, es decir, la contracultura de la productividad desmedida y la concesión narcisista, uno elige si negocia un entendimiento con las estructuras o las pone en conflicto, que no es lo mismo, por supuesto, que ponerlas en jaque o en crisis, entre varias, por una razón esencial: se las pone en conflicto con uno, un uno que se sabe imposible sin la noción de lo comunitario. Uno nunca es yo, yo a secas, yo vivencial.
A todos los niños que llegan a su obra a partir de esta noticia les espera un 2021 transformador: Do yourself a favor, do yourself trust me. Y a los que ya éramos habitués de su ecosistema de luces y sombras nos espera otro tipo de transformación, porque tal vez tengamos la fortuna de ver a esos flamantes discípulos de DOOM florecer y continuar una saga fantástica, punzante y ácida en una época en la que lo literal, la condescendencia y fascinación hacen estragos. Pero también tenemos la certeza de lo invalorable. En un fin de año destinado al confort del odio y el tedio, una noticia así obliga a sentir y a desarmarse de gratitud por haber estado acá, justo a tiempo: Ho Visto MF DOOM! Descansa en el poder, maestro. La misión está soberanamente cumplida y andando.

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