Bandana es el disco con el que la dupla explosiva que conforman Freddie Gibbs & Madlib volvió al ruedo. Y al igual que en Piñata (2014), el ruedo que encarnan estas dos mentes brillantes de nuestro tiempo se mantiene siempre inquieto e inquietante, haciéndose de tramas más que de destinos a los cuales llegar. De hecho, el arte y las imágenes que se desprenden de la música los visualiza cabalgando, expulsados a los caminos, a las alturas lejanas. No importa hacia donde, solo importa el mientras tanto sabiendo que no habrá más que una movilidad marcada por la necesidad de huir, de dejar atrás las ruinas y las llamas que fueron provocando sus pasos.
Todo esto es lo que permite ver a Bandana como una película forastera en formato 9,5 mm, y lo mejor es que no necesita filmarse porque ya está realizada ahí: entre los vinilos del productor y la poesía del rapero, o bien, en el «hacerse camino al andar» de Quasimoto, la criatura fantástica de Madlib que funciona como álter ego, junto a la Cebra, esa representación de cuerpo y alma de Gibbs.
En el hip hop, sobre todo el moderno, se suele hablar mucho (demasiado) de discos que componen un collage sonoro. En este caso el collage es de personalidades, es un ensamble que comienza a fundirse mucho antes de lo que nosotros podemos escuchar. Es gracias a la brutalidad de cada una de sus experiencias, visiones y talentos que se edifica la obra de MadGibbs. Las fuerzas que aportan cada una de las partes son las que terminan provocando un nuevo espacio de producción y narrativa, y es ahí donde se construyen como un género en sí mismo, que incluso trasciende lo estrictamente musical, y que, por supuesto, no es para todos.
Bandana suena íntegro, potente, fronterizo, se permite la nostalgia más border y es hasta realista al punto de hacernos sentir el polvo que levanta su andar; todo esto sucede al unísono con una identidad contundente. Por eso, otro de los grandes aciertos es la elección de invitados de gran impronta personal, pero con recorridos musicales familiares y/o posicionamientos en común frente a ese ideario tan complejo de abarcar que es la cultura y sus sub géneros. Pusha T y Killer Mike son los primeros en llegar y acentuar la gravedad de Palmolive. La fluidez de Anderson .Paak en Giannis ilumina y arde, sus versos son pegadizos, tentadores. Y una parada antes del final, Yasiin Bey y Black Thought hacen en Education alarde de su poderío verbal, de las profundidades más ilustradas del hip hop. Pocas veces se ve en las colaboraciones que los invitados logren alcanzar lo mejor de sus mejores versiones; esto sucede en Bandana, por eso también es desde las joyas invitadas que el disco logra la excelencia que tiene y su aura atrapante.

Gibbs & Yasiin Bey. Foto de Johnny Nunez
Con ojo y oído clínico, si en Piñata el gran lucimiento fue para Madlib, en Bandana la ovación cae sobre Gibbs. Mientras que en el primer trabajo Madlib estaba en un clímax, ahora gozamos de su punto de madurez. No pierde su capacidad de efecto ni su sensualidad, pero en algunos pasajes, quizás por pura generosidad para con la rima, las bases aflojan la tensión y se pierden un poco. Es que Gibbs arrasa, está a punto caramelo: impunidad poética, verborragia furiosa y una erótica que se enciende aún más con su ya habitual poder de descripción, de exploración de los detalles. En definitiva, MadGibbs funciona como un Yin Yang inexorable que también nos confirma la teoría de la reciprocidad: ninguno de los dos trabajos sería mejor si en los pocos puntos bajos reemplazáramos algunos de sus dos nombres, y tampoco serían aún mejores si pusiéramos a otros en sus picos de calidad.
No fueron pocos los que en su momento creían imposible que las deliciosas producciones de Madlib se abrazaran amorosamente al coke rap de Gibbs. Pero, afortunadamente, los purismos siempre fallan y dos discos después ya nadie tiene dudas: es una de las duplas más elevadas de la década. Reivindicando los estilos propios y agitando las aguas más profundas del hip hop, MadGibbs aporta un nuevo sentido cultural, una exaltación del realismo que le da protagonismo a la imaginación. Una imaginación que se plantea desde el vamos como arrasadora, que interpela los cinco sentidos y deja siempre a la lógica al borde del abismo.

Gibbs & Madlib. Foto y portada de Nick Walker
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