The Marathon Continues

Por Barb Pistoia y Tomás Rua

Kendrick Lamar pidió un minuto de silencio. Estaba en el centro del escenario y promediaba su concierto en la Argentina. La multitud se lo concedió. Hubiera sido un silencio perfecto si no fuera por las obscenidades sonoras, invasoras, que implican siempre los festivales. Unos segundos antes había contado que un amigo suyo fue asesinado. Lamar se enteró antes de salir a dar el show, un show que debía continuar pero para eso debía exteriorizar (y exorcizar) el duelo y la distancia. Entonces hizo otro pedido más, también concedido con una entrega unánime y mucho más corazón de lo que cualquiera pueda imaginar. El nativo de Compton nos pidió a los presentes que digamos a coro “We love you, Nipsey”. Y así, bajo el cielo de Buenos Aires, nos sumamos a una despedida universal que volvía a sacudir a la comunidad del hip hop, a la comunidad negra y a todos los que creemos que -aunque sepamos que mañana no es mejor- no alcanza con resignarse ni consolarse sabiéndolo: la tragedia golpea siempre, incluso cuando viene del hip hop, donde es moneda corriente. No por la música en sí ni por sus protagonistas, claro. Pero sí por la estructura política y económica con la que se opera sobre ciertos sectores sociales.

Ermias Asghedom, tal el nombre de nacimiento de Nipsey Hussle, fue un leonino que conoció a fondo las calles de ese hervidero que es el centro-sur de Los Ángeles. Creció con los Crips. Cuando comenzó a configurar su carrera se convirtió en un organizador de pandillas y de barrios. Fue un indispensable para Destination Crenshaw, un proyecto de arte callejero que, en un marco de fiesta popular, promueve la historia de la cultura negra no solo a través de murales sino de una manera integral con la música, el baile, la lectura y las ferias a fin de consolidar la identidad y, sobre todo, los vínculos comunitarios. Que son, en definitiva, los que salvan a esos sectores sociales de aquella estructura política y económica que opera sobre ellos.

Crips-Bloods-and-more-gangs-hold-quotunity-meetingquot-in-LA-following-Nipsey-Hussle039s-death.jpg

Nipsey en el festival Rolling Loud 2018. Foto Scott Dudelson

Desde un principio intentó dejar en claro su posición en este mundo y lo hizo levantando las banderas de Huey Newton y las de Tupac, con quien las similitudes se fueron sucediendo una tras otra hasta el trágico final. El propio rapero canta en Dedication, incluido en Victory Lap (2018), que es el Pac de su generación. Con el diario del lunes este tema se vuelve himno, porque además el invitado es, ni más ni menos, que Kendrick, quien le responde que Shakur los está observando crecer. Ese crecimiento no es azaroso, es un crecimiento dedicado, y que sea bajo la mirada de Tupac direcciona la dedicación hacia el código Thug Life, el código de convivencia que planteaba que la lucha no es por la libertad e igualdad, es por la justicia social, la que configurará esas libertades e igualdades a través de tener siempre el plato de comida, la educación y el trabajo digno. En definitiva, artistas como ellos tres encarnan el alma de lo que es el hip hop, así como también los mandatos políticos, sociales y culturales de su comunidad.

Solo algunos datos de los tantos que ya, a esta altura y a fuerza de la tragedia, son más que conocidos. Luego de reconstruir espacios públicos para actividades deportivas y formativas exprimió sus contactos para llegar a las grandes marcas y ponerlas a disposición de los equipos barriales. Cuando abrió Vector90, un gran centro comercial rodeados de amplios espacios verdes con oficinas de trabajo e investigación, generó una revolución. Convocó una cadena de inversiones que plasmó el crecimiento tecnológico de la zona y la promoción del empleo joven con estadísticas que rompieron récords. Sus apuestas inmobiliarias, siempre pensadas como puestos de trabajos a ofrecer, estaban ubicadas estratégicamente para poner a convivir a barrios angelinos que llevan décadas enfrentados por sus pandillas. Comprendió la razón esencial de esas separaciones, plasmadas en la desigualdad económica y las necesidades, y no se quedó esperando que la unión sea dialógica, la empujó auspiciando un espíritu real de construcción, sabiendo que había mucho que reparar como comunidad, mirando hacia adentro más allá de lo hostil de “la América blanca”, y para eso era necesario el impacto económico. Una definición que contiene bien todo este entramado es que eligió la plaza de Crenshaw -lugar en el que durante su infancia y adolescencia fue constantemente acosado por el racismo y la desigualdad- para abrir The Marathon, la tienda que se había convertido en el punto de encuentro por excelencia para todos y ahora, aun en funcionamiento, es un altar: ahí cayeron las balas.

b2704e72-2a3c-4f43-befc-bd61cb573233

La puerta del local pocas horas después de confirmada la noticia de su asesinato

“Tengo el deber de justificar el asiento en el que me tocó sentarme. Nadie tiene éxito solo. Tuve un sueño, tuve un plan. Alguien compró lo que hago, ese alguien es mi hermano. Subimos entre todos”, respondía asombrado, y haciendo notar ese asombro, frente a las preguntas recurrentes de por qué nunca dejó su barrio, de por qué sus inversiones no iban más allá del barrio y similares especulaciones que las piensa alguien completamente desconectado con la vivencia que el propio Hussle se encargaba de promover. En una columna para Players’ Tribune reflexionaba -palabras más, palabras menos- sobre cómo la salida es colectiva: “sí, primero está mi familia, pero mi familia es parte de una comunidad, así que definitivamente primero que todo está mi comunidad”. Entonces, “es una obligación real, es una lectura inevitable. Nuestra cultura es un negocio que enriquece a todo el país, pero ¿qué hay de los nuestros? Nosotros también somos ellos, siempre seremos ellos”.

Atrás de su muy esperado y muy buen álbum debut, el ya citado Victory Lap, quedan la larga colección de mixtapes sobre los cuales edificó su activismo y las relaciones de amistad más genuinas con sus colegas, a quienes también quería invitarlos a una nueva manera de ver el hip hop para que puedan salir mejor parados del salvajismo en el que se convirtió el negocio. Con su autodeterminación y espíritu autogestivo aspiraba a dar alternativas al boom “rápido y furioso” de las discográficas. Su anhelo eran trayectorias sostenibles en el tiempo, tanto musical como económicamente, y con los pies en el suelo que los vio crecer. No es raro escuchar a la mayoría de las nuevas generaciones de la Costa Oeste nombrarlo como el salvador de sus vidas, el que los sacó de las pandillas o el que supo cómo direccionarlos.

sub-buzz-21859-1554108980-1.jpg

Foto Jerritt Clark

Hoy, 15 de agosto de 2019, Nipsey Hussle cumpliría 34 años. Desde el atardecer del 31 de marzo que Los Ángeles quedó hilando entre la sensación de duelo y la celebración de haber sido contemporánea a él, el rapero filántropo que uso su tenacidad a la hora de crear y fue leal hasta el último suspiro a su concepción de la vida, una concepción inescapablemente social, porque somos sujetos con el otro, y consecuentemente política. Lo que implica siempre fricción, incomodidad, contradicciones y convivir con un enemigo, muchas veces visible, otras invisible, pero la mayoría de las veces ansioso de individualismos y del «sálvese quién pueda».

No tanto por suerte, y sí por historia, a nosotros nos queda la tranquilidad: La Maratón Continúa, siempre. Y esa es la mayor tragedia de todas para los que se unen por el espanto y no desde la responsabilidad colectiva, una responsabilidad deseante, edificante, siempre entre la memoria y el goce, hacia ese ideal que se vuelve alcanzable en ese mismo balanceo.