Audrey Geraldine Lorde nació en 1934 en el corazón de Harlem. No sólo que no le costó nada comenzar a hablar, sino que también desde primera hora quiso hacerse escuchar. Así, siendo todavía una niña, se haría llamar Audre. «Por amor a la simetría y a la aliteración», se explica en la edición de la flamante antología poética Quién dijo que era fácil (Zindo y Gafuri, 2019). Este libro, que rescata los poemas escritos en la década del 80, es más que especial porque es la primera vez que la obra de la autora afroamericana se publica en español. Si bien sus ejes temáticos siempre estuvieron íntimamente relacionados con su activismo, durante aquellos años, además, Audre comenzaría su lucha contra el cáncer de mama y se convertiría, también en este escenario, en una voz referente. Poco antes de morir, en 1992, bajo bautismo africano tomó el nombre de Gamba Adisa, que significa «guerrera, la que se hace comprender»; contundente y justo para una de las fundadoras del feminismo interseccional, alentadora incansable del mujerismo y dueña de una de las expresiones que -de recordarla a tiempo- nos evitaría más que una desazón social: «Tu silencio no te protegerá».
Elegimos tres poemas de esta publicación, la que recomendamos enfáticamente.
Quién dijo que era fácil
Tiene tantas raíces el árbol de la rabia
que a veces las ramas se quiebran
antes de dar frutos.
Sentadas en Nedicks
las mujeres se juntan antes de marchar,
hablan sobre las chicas problemáticas
que contratan para ser libres.
Un empleado casi blanco ignora
a un hermano que espera para atenderlas primero
y las damas no se dan cuenta ni rechazan
los pequeños placeres de su esclavitud.
Pero yo que estoy limitada por mi espejo
como por mi cama
veo la causa en el color
como también en el sexo.
y me siento acá preguntándome
cuál de mis yoes sobrevivirá
a todas estas liberaciones.
Letanía de la supervivencia
Para las que vivimos en la orilla
paradas sobre el borde constante de la decisión
cruciales y solas
para las que no nos podemos permitir
los sueños pasajeros de la elección
las que amamos en los umbrales yendo y viniendo
en las horas entre los amaneceres
mirando hacia dentro y hacia fuera
al mismo tiempo antes y después
buscando un ahora que pueda engendrar
futuros
como el pan en la boca de nuestros hijos
para que sus sueños no reflejen
la muerte de los nuestros;
Para las que
fuimos marcadas por el miedo
como una suave línea en el medio de nuestras frentes
aprendiendo a tener miedo con la leche de nuestra madre
porque con esta arma,
la ilusión de poder encontrar más seguridad,
los torpes esperaban silenciarnos.
Para todas nosotras
este instante y este triunfo
No se suponía que íbamos a sobrevivir.
Y cuando el sol sale tenemos miedo
de que no permanezca ahí
cuando el sol se pone tenemos miedo
de que tal vez no salga en la mañana
cuando nuestros estómagos están llenos tenemos miedo
de la indigestión
cuando nuestros estómagos están vacíos tenemos miedo
de nunca volver a comer
cuando nos aman tenemos miedo
de que el amor desaparezca
cuando estamos solas tenemos miedo
de que nunca vuelva el amor
y cuando hablamos tenemos miedo
de que nuestras palabras no se escuchen
ni sean bienvenidas
pero cuando estamos calladas
todavía tenemos miedo
Así que es mejor hablar
recordando
No se suponía que íbamos a sobrevivir.
Origen
Aquello que está dentro de mí
que grita
que lucha por entrar o salir
que nombra el viento
que quiere el poder del viento
que quiere el poder de la voz
no es mi corazón
y estoy tratando de hablar
sin arte ni adornos
con partes de mí saliendo en todas las direcciones
gritos recuerdos dolores pasados
arrancados como una corteza seca
de un árbol caído aguantando
o no reteniendo o haciendo nacer
a un niño o un demonio.
¿Es esto un nacimiento o un exorcismo?
O los primeros engranajes del ser
delineando, recordando
el mandato de mi padre
lo que debo ser
y ocupándome de mi propio
mandato.
Tendré que separarme o cortarme
por la forma o la falta de
forma de la palabra
y en qué dirección
se hará el corte
para mostrar mi verdadero rostro
que yace expuesto y unido.
Mis hijos tus hijos
sus hijos
todos inclinados
ante nuestro mandato común.
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