Fidel en Harlem

«En aquel momento todavía teníamos relaciones diplomáticas plenas con los Estados Unidos, aunque sabíamos todas las cosas que estaban sucediendo”, recuerda Raúl Roa Kourí, el representante cubano en la Comisión Económica de Naciones Unidas, con apenas 24 años en 1960, y uno de los encargados de los preparativos de la visita de Fidel a Estados Unidos.

El líder revolucionario ya había dejado en claro algunas condiciones, por ejemplo, no se hospedaría en el hotel Waldorf Astoria, el elegido por la mayoría de los políticos, funcionarios y dictadores latinoamericanos. Así que desde el 18 de septiembre de 1960 llegarían al Shelburne, que quedaba a pocas cuadras de los edificios de la misión cubana en Nueva York, lo que, a priori, era una garantía en muchos niveles, facilitando logística y seguridad.

La Revolución llevaba poco más de un año y en Estados Unidos lo esperaban con una expectativa eufórica, pero también con una honda preocupación, y ambos ánimos no tardaron de hacerse notar en las calles. Esto significó que mientras que los sectores de izquierda, socialistas y progresistas lo recibieron como un héroe en el entonces aeropuerto Idlewild, hoy John F. Kennedy, otro grupo no muy grande de batistianos, bajo las banderas y el ánimo conservador de la organización multimillonaria La Rosa Blanca, bloqueaban la puerta del Shelburne para expresar su no simpatía por haber tomado el alojamiento de la delegación cubana.

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Fidel llegando al Hotel Shelburne

La estadía en el Shelburne no sólo que fue corta, sino que también fue problemática, porque frente a las presiones ejercidas comenzaron a cambiarles las condiciones de la reserva. Roa ya tenía una alternativa en mente, pero aún no se animaba a proponerla porque él mismo la creía descabellada. Pero todo empeoró y se agilizó cuando los gerentes del hotel exigieron una suma de 20 mil dólares como «depósito y garantía por posibles daños que los grupos contrarrevolucionarios puedan hacer». Fidel consideró esto una falta de respeto a la delegación, pero, sobre todo, una extorsión, de hecho, los acusó de extorsionadores, y se negó a pagar esa suma. A su vez, ordenó que se compren equipamientos de campamento, «si no conseguimos hotel, acamparemos en el jardín de las Naciones Unidas», y pidió una reunión urgente con Dag Hammarskjold, en ese momento Secretario General de la ONU, que ya había expresado que prefería que se hospeden en hoteles con renombre y acostumbrados a tratar con «figuras de poder», sin saber que esas definiciones eran las que llevaban a Castro a no querer caer en esos lugares, «llaman figuras de poder a lo que yo llamo corruptos, opresores, ladrones de los pueblos».

Con la tensión e incertidumbre creciendo, Roa dijo tímidamente «tengo un hotel», tan tímidamente que nadie lo escuchó en la plena vorágine de los llamados, corridas y tratar de encontrar a Hammarskjold. «Tengo un hotel», repitió más fuerte sin éxito, «tengo un hotel en Harlem», y ahí Fidel lo miró, «¿en Harlem, en el barrio de los negros y puertorriqueños?». Cuando Roa se lo confirmó y también le confirmó que podía conseguirlo de inmediato, el Comandante «listo, tenemos hotel». El ambiente cambió de nervioso a desconcertado, no aceptó más sugerencias ni le importó demasiado los planteos y dudas que surgían en cuanto a las garantías de seguridad. Y no se equivocaba.

Unos días antes, Roa había recibido la propuesta para que la delegación cubana se quedara en el hotel Theresa. La invitación llegó en una conversación con Bob Taber, el periodista de la CBS que había entrevistado a Fidel en la Sierra Maestra, pero quien estaba detrás era Malcolm X.

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En el Hotel Theresa entre la comida y una conferencia

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Durante la reunión con Malcolm X

La convocatoria de recibimiento fue inmensa. La policía no sabía cómo contener a la cantidad de personas que se acercaron, lógicamente con las comunidades afroamericanas y latinas a la cabeza, que se habían organizado a partir de la convocatoria de Malcolm. El diplomático recuerda «todo estaba tomado por un único grito de Fidel, Fidel, tanto que él mismo en un momento se emocionó y dijo que no hubiera imaginado nunca que en un rincón de Estados Unidos se sentiría como en casa».

El referente afroamericano lo esperaba adentro junto a Taber. Cuentan que lo primero que le dijo fue, “Fidel, sabés que si el Tío Sam está en tu contra eso habla bien de vos, por eso acá estamos nosotros con vos».

Hasta el Theresa, que nunca dejó de estar rodeado de un clima festivo, se desplazaron diferentes líderes y personalidades de todas las disciplinas e intereses para saludar y apoyar a la delegación cubana e intentar tener un encuentro con el Comandante.

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Un extra para terminar. Cuando Dag Hammarskjöld se enteró de la definición puso el grito en el cielo, pero el mismo Fidel Castro contó que le explicó que no había mejor opción porque «es donde están los humildes, y usted sabe que la Revolución cubana es de ellos, por y para ellos, y en las revoluciones los humildes son las personas de poder”.