Luz, cámara y Ava DuVernay

Raymond Santana se baja del colectivo en Harlem. Está recién liberado y volviendo a su casa después de 7 años de prisión. Camina unas cuadras y se detiene frente a un puesto callejero que vende discos en oferta. La vendedora toma el CD de Tupac Shakur, Strictly 4 My N.I.G.G.A.Z. (1993). Pocos minutos después lo vemos en su casa junto al padre y su nueva familia. A primera vista, entre esas paredes no queda nada de él. Se nota su incomodidad, su no pertenencia. La vuelta al hogar, con las modificaciones estructurales y temporales, lo deja expuesto como un perfecto desconocido, más aún, como un intruso. Pero, finalmente, Raymond se encierra en la que era su pieza y encuentra en la parte de atrás de la puerta varios fragmentos del que fue y del momento en el que todo pareció quedar interrumpido: unas fotos de la infancia, algunos recortes palpitando la flamante adolescencia y las fotos promocionales del rapero LL Cool J. Se afloja, apoya la cabeza y llora. El salto del hip hop entre una figura y otra, de la exploración casi ingenua del sonido de la vieja escuela a la violencia callejera del gangsta rap, marca también el antes y después en su vida, de la adolescencia rota a la juventud herida. Ya no hay forma de cambiar lo que pasó, aunque todo volverá a cambiar una y otra vez.

Estamos hablando de una escena de When They See Us (acá, Así nos ven), la serie escrita y dirigida por Ava DuVernay que se encarga de repasar lo ocurrido con el emblemático caso Central Park Five (1989): una mujer blanca violada y golpeada de manera brutal es abandonada en los márgenes del parque al borde de la muerte, cinco adolescentes racializados -Korey, Raymond, Yusef, Antron y Kevin- se encontraban esa misma noche del otro lado del parque; lo que sigue es una sucesión de definiciones tendenciosas y apresuradas para tratar de conectar ambas escenas a como dé lugar y resolver el caso a tono con la demanda. Una demanda orquestada al ritmo de la opinión pública, con funcionarios y rufianes mediáticos, incluyendo al actual presidente Donald Trump, que hicieron un ejercicio de fuerza criminalizadora a la altura de un sistema judicial y penal que desconoce todo tipo de neutralidad cuando de ciertos sectores se trata. Así, rompiendo los márgenes de lo legal y legítimo, sin ningún tipo de garantías y bajo un abanico de abusos, los cinco adolescentes fueron declarados culpables. Trece años después, algunos con sus condenas ya cumplidas y otros aun en prisión, el verdadero autor confesó y ya no hubo forma de tapar todas las irregularidades que los llevaron a estar privados de su libertad y/o golpeándose en los intentos de reinserción.

61948501_350073662322213_7244150220751501503_n.jpg

Antron McCray, Kevin Richardson, Raymond Santana, Yusef Salaam, Korey Wise, Marquis Rodriguez (Raymond de niño en la serie), Jharrel Jerome (Korey), Ethan Herisse (Yusef de niño), Asante Blackk (Kevin de niño) y Caleel Harris (Antron de niño). Foto: Brad Ogbonna

Fue el propio Raymond Santana en el 2015, apenas un año después de haber logrado junto a sus compañeros la exoneración, quien le envió un tweet a Ava DuVernay proponiéndole que cuente la historia. La elección no parece azarosa ni casual. Si algo caracteriza a la directora y sus equipos de trabajo es la potencia narrativa a merced de la conciencia histórica, la misma que bajo una filosa visión social entiende que ciertos hechos y escenarios complejizan esa idea ligera -semilla, entre otras, de los negacionismos e indultos más feroces- del “hay que mirar hacia adelante”, lo que compone irremediablemente realizaciones visuales que no se conforman con el poder visibilizar, sino, más bien, buscan ejercer un sentido plenamente político y cultural sobre lo que se está contando, y esto, de manera indirecta, es una protección a los protagonistas reales, pero, ante todo, a un linaje de luchas en defensa de los derechos humanos y civiles de las comunidades afrodescendientes y latinas.

En Así nos ven hay una clara elección de buscar las grietas de la historia para poder ofrecer belleza sin banalizar lo dramático y sin dar lugar a ninguna lectura motivacional, o sea, individualista. Recurrir a la música será un mecanismo que se repetirá a lo largo y ancho de los cuatro episodios: esas referencias no aparecen de forma inocente ni tan sólo como marca temporal para situarnos en determinados años y climas, aparecen, sobre todo, como guiños conceptuales e ideológicos profundos, por lo que también se reivindica a la cultura propia, principalmente al hip hop y al gangsta rap, que en aquellos años 90 fue perseguido y censurado por, justamente, contar y enfrentar los escenarios de violencia institucional y represión estatal.

La referencialidad musical no será un problema para los no familiarizados con las canciones, videos y/o artistas que aparecen como ráfagas, porque cada episodio está desarrollado con una dedicación milimétrica y anatómica para que todos entendamos la dimensión de los hechos desde la superficie, pero, esencialmente, hacia lo insondable, lo irrecuperable e irreparable, incluso pecando en extensiones narrativas o visuales a fin de no caer en golpes bajos, lugares comunes ni revictimización. La sensibilidad y el sentido estético de DuVernay exprimen las posibilidades que el campo fílmico ofrece, y en Así nos ven provoca una interacción íntima y palpable con las emociones y vivencias más complejas de los personajes, especialmente con el tremendo Jharrel Jerome haciendo de Korey, quien cumplió su condena en diferentes cárceles para adultos y quedó expuesto a un desamparo total, siendo objeto recurrente de acoso y brutalidad policial, tanto física como psicológica.

Párrafo aparte para el trabajo actoral. Con un casting que combina leyendas como Michael K. Williams, que nunca deja de sorprender y frente a esto solo se puede decir un enorme «wow», y John Leguizamo, en el papel del padre de Raymond, con debutantes como el brillante Asante Blackk, personificando a Kevin de niño, cada uno puso el cuerpo como si estuvieran contando su propia historia. Y, en realidad, la están contando. Lo dirían ellos mismos en las rondas de prensa: «esto es tan real que sigue pasando».

Netflix "When They See Us" FYSEE Event

«Los verdaderos 5»: Yusef, Kevin, Antron, Raymond y Korey en la presentación de Así nos ven

Es limitante y/o apresurado hablar de una trilogía, porque le queda un largo camino por delante que ya advirtió seguirá esta línea, pero, sin caer en una sentencia definitiva, es imposible no decir que la serie corona el trabajo realizado a partir de la película Selma (2014) y del documental Emienda XIII (2016), donde la directora ya había dedicado un espacio destacado al Central Park Five.

Selma no es tan sólo una de las manifestaciones más impresionantes de la autodeterminación política de la comunidad negra, es, además, el momento en el que Martin Luther King empieza a mover su discurso hacia lo sustancial del racismo, o sea, lo económico, y comienza a configurar nuevas ideas que, aun alineadas a su pacifismo, plantean urgencias y acciones no pasivas que proyectarán escenarios de conflictos in crescendo. Elegir ese tiempo y espacio para representarlo es más que significativo, es el nacimiento de un nuevo King y la razón por la cual será el último King, alineándose con los discursos anticapitalistas de la época y convirtiéndose así en un enemigo público más de Estados Unidos, algo que hasta aquel invierno americano de 1965 se mantenía siempre en los márgenes de la negociación, habiéndole valido -esa postura- la acusación de Malcolm X de ser el Tío Tom. Este giro lo expulsa del campo de tolerancia americana y su asesinato sería una cuestión de tiempo y forma en un ambiente cada vez más revolucionario.

DuVernay compone y concentra la metamorfosis del líder y todo el cuerpo de este escenario en una sola escena, y lo hace rescatando un diálogo que funciona como el nexo vital con Enmienda XIII y con Así nos ven.

Detenidos en Alabama, King le dice a su eterno compañero Ralph David Abernathy que se siente cansado “de todo esto” y cuestiona el sentido del movimiento que encabeza, “estamos luchando para que nuestra gente se siente en un bar sin tener plata para comprar la hamburguesa, más aún, sin saber leer el menú porque en su pueblo no había una escuela para negros. ¿Eso es igualdad?”. El intercambio de opiniones y reflexiones se sucede hasta que llegan al nudo central de la historia afroamericana: “¿Y qué hay de nuestras mentes? Golpeados y quebrados durante generaciones. A cada hombre que se levanta lo derriban. ¿Qué le pasa a la gente que se sentía representada por ese hombre?”, luego de un breve silencio, Ralphy responde “lidiamos con esto, construimos un camino, colocamos roca por roca”.

on-the-set-of-selma.jpg

En el set de Selma con David Oyelowo en el papel de King

Ahí mismo podríamos pasar a Enmienda XIII, el documental que desentrama la mera formalidad que abolió la esclavitud, pero no los mecanismos para que el sistema se replicara una y otra vez -hasta nuestro presente- a fuerza de la criminalización política, social y cultural de ciertos sectores. El tesoro paralelo a ese recorrido es una lectura con profundidad buceadora de la propia comunidad afrodescendiente y latina, en donde King encontraría una maratón de respuestas a sus justificadas preguntas y Abernathy gozaría de haber acertado parcialmente, porque el punto en cuestión, y con unas cuantas décadas más encima de comprobación, es el alto costo que tiene ese “lidiar”, ese construir un camino roca por roca en un escenario que nunca no está siendo amenazante, adverso y opresivo. Ahí, entonces, aparece el Central Park 5 concentrando de tal manera el mapa capitalista y su pulmón racista que hasta recupera las maratones mediáticas de Trump pidiendo pena de muerte para los cinco adolescentes.

En definitiva, la importancia de la obra de Ava DuVernay está en la interseccionalidad con la que ejerce su activismo y crea su arte, por eso sus registros se mantienen entre sí en un diálogo vivo, fértil, inacabado en su vigencia atemporal y ofreciéndonos lecturas alternativas sobre la actualidad, porque la historia, en su fondo político más crudo y en su peso económico territorial, sigue siendo la misma y continúa escribiéndose sobre esos escenarios, porque también siguen estando acá los que -en nombre de las formas y valores republicanos, que no son más que intereses sobre el statu quo propio- se esmeran en mantener la desigualdades bajo un dudoso pacto de orden social.