Buddy, tradición y frescura generacional

Siguiendo el sentido de elección con el que llamó a su EP anterior, el disco debut de Buddy lleva por nombre la intersección de dos calles que son especiales para él. Mientras que Ocean & Montana (2017) referían a la esquina de su departamento en Santa Mónica, al que se mudó dejando atrás la casa de sus padres, con Harlan & Alondra (2018) vuelve justamente hacia su infancia en pleno corazón de Compton, también pleno corazón de una de las plazas más importantes del hip hop: “Quería que todos pongan sus ojos sobre mi ciudad, y ahora cada vez que hablen de mi trabajo hablarán de ella”.

Harlan & Alondra es un disco en el que Buddy corona un recorrido de muchos años (varios singles, un mixtape, dos EP) y de muchas colaboraciones con colegas, incluyendo con un viejo vecino llamado Kendrick Lamar. Niño mimado de Pharrell Williams, apodado así por su hermana y llamado Simmie Sims III al nacer, más allá de ser uno de los tantos eslabones del denominado Renacimiento de la Costa Oeste, también propone una renovación propia al sonido local en particular.

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Con Kendrick Lamar (2011)

Nipsey Hussle, el rapero recientemente asesinado, fue clave en esto ayudándolo a mantener esa delgada línea en la que se está lo suficientemente cerca como para vivenciar la realidad pandillera, establecer relaciones sociales y compartir aventuras, pero lo suficientemente lejos para no perderse en el ritmo de vida pandillero. De hecho, entre los primeros que oyeron los temas en preparación figuran los Crips, mítica agrupación alineada a lo más profundo del gangsta rap, quienes aprobaron y festejaron lo que venía haciendo Buddy, aunque su estilo no sea el clásico.

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Con Nipsey Hussle en el video Status Symbol 3

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Y desde ese lugar Buddy habla, entre la observación, el testimonio y un protagonismo que no evade los propios lugares de protección: “nací y crecí en un hogar con mucho amor, somos muy unidos y estamos todos muy juntos, por eso quería que la tapa del disco represente de alguna manera que todo lo que hago y soy es gracias a ellos, y esto incluye a mis amigos, a mi barrio”. En la tapa de Harlan & Alondra, Buddy está rodeado por sus padres, hermanas y sobrino. Y es una imagen que perfecciona aún más la identidad y el sentido de pertenencia cuando se escuchan las canciones, canciones que llegan a fondo de la tradición de lucha de su comunidad y nos dan lo mejor de su flow, al que acelera de forma filosa para hablar de racismo, opresión, brutalidad policial y Donald Trump.

“Tengo un puño negro apretado y no soy solamente yo, somos todos nosotros”, canta en la fuerte y poderosa Black, en la que colabora A$AP Ferg y se pasean por la historia negra, desde los orígenes de la esclavitud hasta la actualidad, pasando por los linchamientos, Huey Newton, Trayvon Martin, inmigración ilegal, y tanto más que se resume perfecto en esta línea «sólo otro hombre negro tratando de permanecer lejos del ataúd». Snoop Dogg se suma a otra de las mejores piezas, The Blue, en la que no basta que pasen apenas unos segundos para ser tomados por el mejor groove californiano. En una seguidilla erógena y caliente, lo mejor es que esta colaboración sucede entre las pegadizas Trouble On Central y Speechless, en las que Buddy muestra tener todo para garantizar que el estilo carnal del Doggfather vive y será tierra fértil en la nueva generación.

Ensamblando rap con R&B y coqueteando sutilmente con el g-funk, el toque de sensualidad se potencia en la frescura de las letras, una voz por demás dulce y un flow que crece en todas sus direcciones: de suave a firme, de golpe a susurro, y viceversa. Con esta fórmula es que Harlan & Alondra se convirtió en uno de los mejores discos del 2018, y lo reconfirmó en enero de este año con una edición deluxe que incluyó cuatro temas nuevos.

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Foto: Bruno Staub