Lo deportivo es político

Colin Kaepernick, Eric Reid y la NFL están por firmar la paz. Si es que es posible hablar de paz. Ya nada será lo mismo ni para los jugadores, ni para la NFL ni para los equipos que cuenten con ellos entre sus filas. Hace 3 años decidían arrodillarse mientras sonaba el himno americano como signo de protesta frente a la brutalidad policial y la todavía vigente segregación racial. No fueron los únicos, y otros acompañarían también con el puño en alto emulando el mítico saludo Black Power. El resto es historia conocida, demasiado vigente y cercana, así que la usaremos de excusa para hablar de otro momento emblemático.

Teniendo en cuenta que es una de las herramientas sociales más inclusivas y formativas, no asombra que el deporte sea un espacio de persecución política. Esto sumado a la potencia de saberse un negocio que mueve millones, tanto de dólares como de seguidores. De esta manera es que hay en la espontaneidad de sus protagonistas, rodeados de cámaras y sin forma de edición o censura, un halo de esperanza para visibilizar ciertas problemáticas y que todo gesto, por más pequeño que sea, se vuelva un efecto. Y por lo general ese efecto no tarda en llegar poniendo a la comunicación en el lugar que es: un hecho político.

Eso es lo que pensaron en 1968 los atletas afroamericanos cuando decidieron participar de los Juegos Olímpicos a pesar de que el partido Pantera Negra había pedido a los deportistas negros que no fueran y ayuden a boicotearlo.

Fue el 16 de octubre el día que salieron a la pista en busca de alguna medalla que marque la conquista de los 200 metros planos. El afroamericano Tommie Smith logró la victoria en 19.83 segundos, y el podio se completó con el australiano Peter Norman, con una marca de 20.07 segundos, y el también afroamericano John Carlos, con 20.10 segundos.  

El momento consagratorio de Smith, Carlos y Norman.

Desde ese primer momento victorioso ya todo se sintió distinto. Los atletas afroamericanos se descalzaron hacia el podio como símbolo de las condiciones y desventajas en la que los negros vivían. Carlos, además, llevaba su campera deportiva abierta luciendo el collar de cuentas africanas, luego explicaría que era mucho más que un símbolo de sus raíces, también era una forma de recordar a los caídos en la ola de linchamientos orquestados bajo la doctrina Jim Crown. Habían quedado en llevar guantes negros, pero Carlos lo había dejado en la Villa Olímpica, así que el australiano les sugirió que usen uno cada uno de los que tenía puestos Smith. Los tres deportistas lucieron, además, una insignia del Proyecto Olímpico por los Derechos Humanos.

En cuanto empezó a sonar el himno estadounidense, Smith y Carlos bajaron la cabeza y levantaron el puño con su guante negro. Los abucheos y silbidos fueron generalizados.

“Si gano, soy americano, no afroamericano. Pero si hago algo malo, entonces se dice que soy un negro. Somos negros y estamos orgullosos de serlo. La América Negra entenderá lo que hicimos esta noche”, diría Smith luego.

Lo que vino a partir de acá fue lo esperado, no se puede decir de acuerdo con esos tiempos porque con lo ocurrido con la NFL queda claro que sigue sucediendo.

El mismo comité olímpico que no tomó medidas en 1936 frente a los alemanes que hacían su saludo nazi decidió expulsar a los jugadores de la Villa Olímpica. Pero la historia no terminaba acá. Una vez de regreso a USA no fue fácil retomar el ritmo deportivo ni la calma.

Mientras que Smith decidió dejar atrás esta competencia y decidió sumarse a los Cincinnati Bengals, Carlos insistió hasta que se dio cuenta que sería imposible poder seguir su carrera como si nada. Tiempo después él también redireccionaría y se sumaría a los Philadelphia Eagles. Fueron amenazados una y otra vez. Y esto es lo que terminaría dando la peor consecuencia posible, la esposa de Carlos se suicidó porque no pudo tolerar más la violencia y la persecución que recibían.

Peter Norman también tuvo que pagar el precio de haberlos apoyado. Y fue tan alto como el de los afroamericanos. Cuando llegó a Australia se encontró con repudios masivos, fue excluido, a pesar de sus marcas récords, del equipo deportivo y no volvió a ser tenido en cuenta oficialmente. La salud no lo acompañó y no pudo escaparle a la depresión ni al alcoholismo. Falleció en el 2006 de un ataque cardíaco, y Smith y Carlos, amigos de toda la vida, llevaron el féretro.

En el año 2005, en el jardín de la Universidad Estatal de San José, ambos afroamericanos fueron homenajeados con un monumento realizado por Rigo 23, un portugués que suele recordar a través de sus obras a los movimientos de derechos civiles.

Tommie Smith y John Carlos junto al homenaje en la Universidad Estatal de San José.
Foto de Robert C. Bain
Smith y Carlos en el 2009 / Foto de Platon Antoniou

Una yapa que suele ser olvidada: la pista de 400 metros también dejó 3 ganadores afroamericanos que repitieron el gesto y subieron al podio con las boinas típicas del partido Pantera. En este caso no hubo expulsión y la historia de ellos merece ser contada aparte. Y lo será. Quedo en deuda.


Larry James (plata), Lee Evans (oro) y Ronald Freeman (bronce)